La estrella verde de Fito

Bosques: preciosos de día pero aterradores de nocheConocí a María Jesús cuando ella me abordó por la calle, un domingo por la mañana:

—Es usted el de las estrellas verdes, ¿verdad? Pues tome.

Con vehemencia cogió mi mano, me puso en ella algo y me cerró los dedos. Luego me dirigió una mirada a la vez triste y de odio. Y se marchó casi corriendo.

Fueron unos segundos, pero no olvidaré su cara. Era una mujer morena, pelo muy rizado, no pasaba seguro de los cuarenta años, ojos claros, resaltados por sus gafas de gruesos cristales y sus marcadas patas de gallo. La gente que tiene patas de gallo suele ser gente que ríe mucho, gente divertida, gente feliz. Ella no me lo pareció en aquel momento. Me fijé en su camiseta, blanca con un pequeño logotipo verde de Ecologistas en Acción.

Mientras se alejaba a paso ligero, no dije nada. Me había pillado por sorpresa y soy lento de reflejos. Debería haber ido tras ella a pedirle explicaciones, pero me quedé petrificado viendo cómo doblaba la esquina con un carricoche en el que iba un niño rubio, de pelo también rizado, de unos dos años, puede que tres. Cuando miré lo que había en mi mano, vi que era un pendrive, una memoria USB.

¿Quién sería esa mujer? ¿Para qué me regaló un pendrive? ¿Cómo sabía que era yo el que había escrito lo de las estrellas verdes? ¿Cómo me había identificado y localizado? ¿Tendría algún virus ese pendrive?

Estaba paseando de vuelta a casa tras comprar pan para desayunar, y aquella mujer había alterado mi calma dominguera. Por su mirada y por su tono de voz, hubiera sido más esperable recibir de ella más un golpe que un regalo. Agarré fuerte el pendrive y aceleré el paso para llegar pronto a casa y ver su contenido. De repente, frené el paso. Recordé que había prestado el ordenador a mi hija para hacer un trabajo, ya que el suyo estaba roto. Guardé el pendrive en el bolsillo y volví a mi caminar tranquilo de domingo soleado.

Aquel día, varias veces mi mente se iba a aquella mujer y a su pendrive. Estaba deseando que llegara el lunes para ver su contenido en el trabajo. Sin embargo, el lunes yo ya lo había olvidado. El trabajo pendiente para empezar la semana me había atrapado.

El miércoles volví a acordarme del pendrive cuando lo encontré en mi bolsillo. Lo pinché en el ordenador y allí solo había una colección de audios en formato mp3. Hice doble clic sobre uno al azar y se escuchaba un hombre con voz cansada hablando de una montaña. En otras grabaciones, el mismo hombre estaba hablando de algunas plantas en general y de los árboles en particular, de las gimnospermas y de las angiospermas. Tras escuchar unos cuantos fragmentos de algunos ficheros, deduje que aquello era una charla sobre algún tema de ecología o naturaleza. Pero me equivoqué.

Pensé que aquella mujer conocía mi pasión por la naturaleza y me había obsequiado con aquella conferencia. No me cuadró que estuviera enfadada, y menos conmigo. Supuse que ella tenía prisa o que tal vez alguien le encargó que me diera el pendrive y a ella no le hizo mucha gracia el encargo. Estaba claro que ella no me había entregado el pendrive con gusto, por lo que no tuvo que ser idea suya.

Dejé para el fin de semana escuchar la charla completa. Si alguien se había tomado la molestia de mandarme una copia, sin duda sería algo interesante. Estaba claro que se trataba de alguien que conocía mi blog y que había leído el libro o la publicación sobre las estrellas verdes, experiencias para contactar mejor con la naturaleza. Imaginé que le había gustado el post y quería compartir conmigo esa charla, tal vez con la intención de que escribiera algo sobre ella. Seguramente, el que me había hecho llegar el pendrive era el propio conferenciante. Me equivoqué en todas mis suposiciones.

Unos audios inquietantes

El viernes por la tarde me puse a escuchar los audios. Los ordené por fecha y observé que habían sido grabados en dos días consecutivos. Miré en el calendario y comprobé que esos días fueron sábado y domingo. Me pareció extraño que una charla fuera tan larga, por lo que concluí que más bien sería un curso de fin de semana, impartido por algún biólogo o algo similar.

Cuando empecé a escuchar el primer fichero, entendí que aquello no era una charla ni un curso. Era la grabación de alguien llamado «Fito» que había decidido vivir la experiencia de la estrella verde y grabar algunos de sus pensamientos. Conforme iba escuchando los audios deduje que Fito debía de ser el marido de la mujer que me entregó el pendrive y que ella se llamaba María Jesús.

Para los que no sepáis nada de las estrellas verdes, lo resumiré diciendo que una estrella verde es como un punto o galardón que consigue aquella persona que pasa la noche en un entorno natural, alejado de la gente, en soledad. Tiene unos cuantos requisitos importantes que se pueden resumir en los siguientes. La excursión debe durar al menos 24 horas, incluyendo desde que se pone el sol hasta que amanece, pasando la noche sin tienda de campaña. Debe hacerse caminando entre dos localidades distintas, no se puede gastar dinero durante la excursión, hay que comportarse de forma respetuosa y ecológica (sin dañar a ningún animal, ni planta) y debe hacerse principalmente en soledad y en silencio.

Las grabaciones de Fito me resultaron inicialmente muy curiosas. No sabía si alguien se iba a interesar en serio por las estrellas verdes. Mi blog es un blog de relatos, casi todos inventados y no tiene apenas seguidores. Estuve a punto de no publicar lo de las estrellas verdes, pues creo que no encaja muy bien con el resto del blog.

Escuchando a Fito me alegré de haber publicado lo de las estrellas verdes para animar a la gente a acercarse a la naturaleza, a contactar con ella, a conocerla y a amarla. Fito estaba feliz. Se lo había tomado como un reto y lo estaba disfrutando. Eso es lo mejor que te puede pasar. Una experiencia de estrella verde no es para disfrutar, pero si lo disfrutas, mucho mejor.

Sin embargo, cuando escuché la última grabación me quedé helado. Noté perfectamente cómo se me erizaba el pelo de brazos y piernas. Golpeé el teclado del ordenador. Me llevé las manos a la cabeza y comprendí que publicar lo de las estrellas verdes no había sido buena idea. Me quedé embobado mirando la pantalla, terminando de escuchar los ruidos finales del último audio de Fito. Una lágrima cayó sobre el teclado y por un momento no me importó que ello pudiera dañar el dispositivo. Sin prisas, sequé el teclado y mi cara. Cerré la aplicación de audio y me caí en el sofá.

Durante unos días estuve como ausente, meditando sobre Fito y sus audios. Reflexioné sobre ello concienzudamente, con tranquilidad. Sabía que María Jesús no querría hablar conmigo. Si no fuera así, me habría dado una forma de hacerlo. Al final, pensé que, tanto Fito como su mujer, lo que querrían es que publicara su experiencia.

Las grabaciones tenían poca calidad técnica. No se había usado un buen micrófono. Se escuchaba el ruido del viento y de su respiración cuando estaba cansado. A veces se encadenaban varias palabras ininteligibles, por los ruidos o la distancia al micro. Tampoco seguían un guion ordenado, sino que eran más bien una tormenta de ideas que Fito grababa cuando le apetecía durante su ruta.

Una de las recomendaciones de las estrellas verdes es no usar mucho la tecnología, pero se refiere principalmente a GPS, redes sociales o aparatos de comunicación. Hacer fotos o grabaciones es más perdonable, por lo que Fito se ganó muy bien su estrella verde.

No sabía si publicar todas las diecisiete grabaciones tal cual estaban, o si hacer un resumen con mis palabras de su experiencia tan espeluznante. Al final, decidí algo intermedio. Transcribiría las palabras de Fito textualmente, lo más fielmente posible, saltándome las partes que no se entendían o que eran menos trascendentes.

Primer día de la estrella verde de Fito

Audio 1:

«¡Hola, hola! Aquí está Fito, empezando su primera estrella verde. Lo primero, tengo que dedicar esto a ti, María Jesús, porque sabes que esto lo voy a hacer por ti. Espero que lo valores, porque va a ser duro. Tú sabes que yo amo la naturaleza, sin tener que llegar a tu nivel. Yo admiro tu pasión y tu compromiso. Es una de las cosas que me enamoran de ti cada día. Las ONG ecologistas tienen que estar extraordinariamente contentas contigo. Eres la mejor voluntaria activista.

Bueno… acabo de bajarme del bus y la gente sigue mirándome como si nunca hubieran visto a nadie con mochila y con bastón. Se nota que esto no es el Camino de Santiago.

En fin, preciosa… ya llevo andados 100 metros y ya estoy cansado. Creo que me he pasado echando cosas en la mochila. Quiero hacer esto por mí y por ti. Quiero contactar con tu querida Pachamama. Si me manda algún mensaje para ti, ya te lo daré. Ahora me toca subir una montaña. Corto y cierro, hasta que pare para descansar. ¡Ya os estoy echando de menos a los dos!».

Audio 2:

«¡Uufff! Ha costado un poco subir hasta aquí, pero aquí estoy. Bueno, aún me queda mucha cuesta arriba. Llevo ya bastante rato subiendo sin parar. He visto una pareja de pájaros revoloteando. Ha sido guay. Creo que eran halcones o cernícalos. ¡Qué lástima que no estés aquí para decirme cómo distinguirlos! Constantemente me he imaginado que estabas a mi lado, te quitabas tus gafotas y te tapabas tus ojitos azules con tus prismáticos Swarovski. Me gusta ver cómo te emocionas mirando bichos. ¡Oye!… que yo también me emociono… de otra forma. No es que no me guste mirar con prismáticos. No me los he traído por el peso. Bastante pesa ya este muerto de mochila. Tú prefieres llevar prismáticos aunque tengas que quedarte sin comer. Yo… prefiero comer.

¿Te acuerdas cuando estuvimos plantando árboles con tus colegas ecologistas? Me encantó que al remover la tierra salieran lombrices y viniera un petirrojo a comérselas cuando nos despistábamos. ¡Qué tío! Ese día comió para una semana.

Bueno… aquí estoy sentado en una piedra, viendo amanecer. El bosque creo que me recibe con cariño, pero los animales huyen a mi paso. ¡Qué miedo tienen todos al ser humano! ¡Y con razón! Nos hemos portado fatal con ellos. Hacen bien en tenernos miedo. Voy a ver si me tomo una mandarina y me pongo a andar, que esta montaña no se sube sola. ¡Un beso, cariño!… y otro para el enano. ¡Os quiero!».

Audio 3:

«Al principio, el camino era ancho y cómodo, pero ahora se ha desdibujado y solo queda un sendero bastante pedregoso. Yo me imagino que son escaleras, pero no. No lo son. A estas piedras no les gustan que las pisen. Me ha debido de picar un mosquito o algo en la pierna. ¡Como pica! ¡Ah! Y estoy intentando disfrutar del picor, como me dijiste… jajaja… pero no funciona, ¡que lo sepas! Bueno, la verdad es que ver amanecer desde aquí arribota ha sido una gozada. Los árboles y el pueblo allí abajo iban cogiendo colores, y los tonos grises se convertían en blancos rodeados por mil tonos de verde. Muy bonito. Las nubes también iban cambiando de color… y de forma.

Como sé que te gusta, te hablaré de la vegetación. En la primera parte del camino ya no hay vegetación. Hay urbanizaciones con piscinas y muchos chalets. Los edificios están subiendo la montaña cada vez más. Pensaba que esto era un monte protegido, pero parece que no hay quien lo proteja. A ver si hacéis algo los ecologistas. Sois los únicos que tienen ojos en un mundo cegado.

Bueno, verás… cuando ya se dejan atrás los nuevos edificios, el camino gira y gira entre matorrales y unos cuantos pinos. He visto romero, matagallo, hinojo… a ver si recuerdo algo más… ¡ah! tomillo… ¡Qué bien huele! También hay mucho esparto y palmito. Sé que te gusta el palmito porque es la única palmera autóctona de Europa. Es chiquitita y en las ciudades los alcaldes prefieren plantar palmeras altas. Aunque no sean de aquí.

Conforme he ido subiendo he visto varios enebros. Son preciosos y me gusta el olor al romper un fruto. Sé que es un enebro porque tú me lo enseñaste… sus hojitas están atravesadas a lo largo por una raya blanca. Si hay dos rayas es un enebro rojo o de la miera. Lo siento pero no me acuerdo de sus nombres científicos, aunque sé que ambos son Juniperus, ¿eh? Algo es algo. También he visto lentiscos, jaras, alguna coscoja y otras plantas cuyos nombres me los has repetido mil veces, pero con mi cabeza, no me acuerdo. Por ejemplo, he visto esa que me dijiste que se usaba como papel higiénico… jajaja… tal vez me venga bien saberlo…»

«¿Qué más? Pues ahora estoy rodeado de pinos… creo que son pinos carrascos… o pinos negros. También he visto algún pino piñonero, con su típica forma de paraguas gigante, y su característico tronco con sus placas de distintos colores. He buscado piñas por el suelo, por ver si podía comerme algunos piñones, pero las que he encontrado ya se las habían comido las ardillas, o tal vez los ratones. Me enseñaste a distinguir una piña comida por un ratón de una comida por una ardilla, pero ya no me acuerdo.

¡Ah! También he visto una caca de zorro macho… jajaja… estaba encima de una planta de romero. Recuerdo que me dijiste que los machos cagan en lugares altos, para que el olor le llegue mejor a la hembra. ¡Vaya gustos raros tienen esas hembras! jajaja…»

«Me ha gustado mucho ver un Arbutus unedo, un madroño, con su tronco rojizo, sus hojas serradas, verdes, brillantes. Sus frutos no estaban maduros y no he conseguido comerme ninguno. Parecían bolitas colocadas para adornar el camino. Iba a coger una, pero me he acordado de lo que me dijiste, de no arrancar flores ni frutos que no nos vayamos a comer. Es la comida de los animales y no tenemos derecho a quitársela. Tienes razón. Gracias por enseñarme tantas cositas, cariño».

Audio 4:

«No pensaba grabar más hasta la hora de comer, pero tengo que contarte lo que estoy viendo. Es una salvajada. Si estuvieras aquí se te saltarían las lágrimas. He llegado al mirador del Lobo. Es un sitio precioso y el mar brilla, pero también se ve una cantera. Han hecho un agujero en el bosque y siguen sacando tierra y tierra para construir. Seguramente usarán esos áridos para construir los edificios que destrozan la sierra por el otro lado. Una doble herida a esta montaña. El ruido de la maquinaria también se oye… ¿Lo oyes?… <se oyen, con mala calidad, sonidos de golpes uniformes, maquinaria y del viento>… ¡corto esto porque me estoy cabreando!»

Audio 5:

«He parado para comer fruta por quitarme peso de la mochila, pero no tengo hambre. Estoy cansado de la subida. He abierto mi esterilla y me he comido tu manzana mientras escuchaba las hojas de los árboles movidas por el viento. Es un sonido al que nunca había prestado atención. Mira que vamos al campo bastante, ¿no? Pues no me había fijado. Vamos hablando, apenas hay momentos de silencio… Eso y el ruido mental… no te dejan observar la naturaleza.

Ahora estoy tumbado aquí, a la sombra, mirando las nubes. Me da pena no teneros aquí a ti y al enano, pero es verdad que hacer esto en solitario es una experiencia especial. Algún día tenemos que hacerlo los tres juntos, cuando el niño sea un poco más grande. ¡Ya mismo cumple tres añitos! Os echo de menos…»

Audio 6:

«Subiendo la montaña he encontrado las ruinas de un muro hecho de piedras. Me he imaginado cómo sería la vida de los que construyeron ese muro. Era un muro muy largo. No parecía que fuera de una casa. Más bien de un corral para ovejas, por ejemplo. ¿Serían pastores y dormirían junto a sus ovejas? ¿Tendrían su casa en algún lugar cerca de aquí? ¿De dónde sacarían el agua? Aquí arriba no tiene pinta de haber fuentes o arroyos cerca.

También he visto una línea eléctrica, que no aparece en mi mapa. Creo que es para alimentar la cantera. Todos los árboles bajo los cables y bajo las torres han sido talados. Será por seguridad, para que no se provoquen incendios, pero es una pena. Entre las casas, los chalets, las canteras y las líneas eléctricas están destrozando la sierra entera… que es una maravilla. Los humanos somos demasiado ambiciosos… y somos demasiados. Somos muchos. Y no nos contentamos con poco».

Audio 7:

«Caminando por un bosque principalmente de pinos. Gimnospermas. Los árboles del grupo de las gimnospermas son siempre polinizados por el viento. ¿A que sí? Son árboles muy antiguos, que no necesitan a los insectos. Las angiospermas sí, que son plantas con flores vistosas. Las angiospermas han tenido un gran éxito evolutivo y ello se lo deben a los insectos. Han evolucionado apoyándose unos en otros. Los árboles angiospermas no necesitan del azar del viento para polinizarse. Tienen un ejército de insectos que trabajan realmente bien. Para diseminar las semillas, muchas especies también cuentan con animales, que se comen los frutos y plantan las semillas (con una buena cantidad de abono, por cierto). En cambio, ante el declive de los insectos por el abuso de insecticidas y por la crisis climática… entre otros factores… es muy posible que las especies de gimnospermas tengan un nuevo periodo dorado, como en el jurásico. Para ello el ser humano debe sufrir una recesión.

Todo eso es lo que tú me dirías. Como ves, María Jesús, te escucho cuando hablas… porque a mí también me gustan los árboles y la naturaleza. Caminando por este bosque de pinos me he quedado extasiado mirando los troncos, viendo cómo se entrelazan y cruzan unos con otros conforme voy andando sin prisas. Los troncos aparecen, a veces, adornados con gotas de resina, algo también característico de las gimnospermas. ¿A que sí? Por su parte, las piñas son el mejor adorno para las ramas y, ocasionalmente, también para el suelo con las tamujas».

Audio 8:

«Entre las copas de los árboles veo sobrevolar un avión. Seguro que no me ven, pero… ¿verán el bosque y su encanto? Imagino a los pasajeros sentados con sus trajes caros y su agua en vaso de plástico, ajenos a que están justo encima de un bosque mágico, acogedor y que limpia —en parte al menos— el CO2 que emiten los potentes motores de ese águila de acero.

Miro al cielo y miro al suelo. Una hilera de atareadas hormigas cruza el sendero y me obliga a dar un paso más largo para no pisarlas. Esta es más su casa que la mía y para conseguir una estrella verde debo tener cuidado de no matar a ningún animalito. Tres pasos más allá veo el cartucho de una escopeta de perdigones. Un cazador despistado se lo dejó aquí olvidado. Aman tanto la naturaleza que se lían a tiros con ella. Son puro amor. Y su amor al bosque les hace dejar aquí sus ofrendas en forma de cartuchos y de perdigones contaminantes. La munición que usan los cazadores contamina el suelo, el agua y las aves mueren intoxicadas o atragantadas. Los cazadores matan mucho más de lo que ellos estiman.

Veo el cartucho y pienso que algún animal pudo morir cerca de aquí, víctima de un cazador. ¿Sería un zorro buscando comida para su prole? ¿Sería una perdiz indefensa? La felicidad que traía se ha desvanecido».

Audio 9:

«Por fin, corono la montaña. Miro hacia el valle y veo varios pueblecitos blancos. Seguro que alguien está mirando ahora hacia la montaña. Es imposible no mirar y admirar esta montaña desde lejos.

También veo la autovía, un reguero de diminutas hormiguitas metálicas. Hoy no me veréis por allí. Mañana tampoco.

El agua aún se mantiene fresca y bebería el doble, pero quiero racionarla un poco, por si no encuentro ninguna fuente. La que conozco está bastante lejos y no sé si lograré llegar allí antes de que anochezca.

Un breve descanso y continuo un ratito antes de comer algo».

Audio 10:

«Ya he hecho un descanso para comerme el bocadillo súpervegano. Es más tarde que de costumbre y he comido por quitarme peso de la mochila. Es como si la caminata y el bosque alimentaran. Tal vez es también la emoción del momento. La incertidumbre de no saber dónde ni cómo pasaré la noche.

Sentado en una piedra siento el aire refrescarme el sudor.

Hace unos minutos han pasado en sentido contrario una pareja. Él iba extenuado por la subida. Me ha preguntado si faltaba mucho para la cima. Supuse que iba solo hasta que apareció ella unos minutos más tarde. Ella iba más tranquila, como disfrutando más del sendero. Nos hemos quedado los tres un ratillo hablando. Se han ido juntos con un adiós. Más de un minuto después, aún se oían sus voces entre la espesura. Los animales tienen que asustarse por lo fuerte que hablamos. Y no paramos.

Os echo de menos. Espero que pueda pronto daros a los dos un besazo fuerte, y un tirón de vuestros rizos, que me encantan».

Audio 11:

«Me estoy fijando en el tronco de los árboles, y en lo que me dijiste de que se puede saber mucho de un árbol observándolo, aunque no sepamos qué árbol es. Por ejemplo, recuerdo que me dijiste que las semillas pesadas son típicas de zonas áridas. Así la semilla incluye reservas para germinar. Las semillas pequeñas penetran fácilmente en las grietas del suelo y se plantan solas. Algunas semillas usan el viento, lo cual se llamaba… ¿anemocoria? ¿Lo he dicho bien? Son semillas con alas, como las de los pinos, el arce, la tipa, el fresno o el tilo.

Bueno… de los troncos no recuerdo mucho. Solo que si el tronco tiene arrugas y estrías en su corteza son árboles de crecimiento lento. El tronco cobija multitud de invertebrados, que se los comen las aves o pequeños mamíferos que, a su vez, aportan abono al árbol. Es como si el árbol facilitara la vida de los bichos para que vengan los comensales a dejar su abono.

Los árboles con tronco liso suelen ser árboles de zonas húmedas, madera blanda y crecimiento rápido. Las cortezas lisas son menos atacadas por hongos y herbívoros, y por eso tienen menos taninos, que es un elemento tóxico para los herbívoros. Los árboles generan taninos para protegerse de los herbívoros y que no se los coman demasiado. ¡Qué listos que son!

¡Ah! Antes me he cruzado con dos cazadores. Me han dado miedo sus escopetas al hombro. Uno llevaba una cola de zorro atada a una cuerda. Aún se veía la sangre fresca. Solo les he dicho un tímido «hola», pero creo que han visto mi cara de espanto al ver la sangre. Han bajado la mirada, como si les diera vergüenza. ¿Qué habrá sido del zorro? Supongo que habrá muerto. Pobre. Los cazadores ven trofeos en las partes de los animales. Me dan pena… Los cazadores también».

Audio 12:

«El ruido de mi bastón suena distinto aquí, en el bosque. En la ciudad suena más fuerte, al golpear con el suelo duro. Sin embargo, allí pasa más desapercibido porque se mezcla con la amalgama de ruidos artificiales: coches, motos, obras, gente hablando, o gritando…

El sol va cayendo, pero aún se ve bien entre los árboles. Calor asfixiante en los claros en los que el bosque no protege.

La bajada está siendo fácil, pero llena de piedras. El sendero es una serpenteante escalera de pedriscos irregulares. Por poco me tuerzo el tobillo varias veces… Si no llego a tener mi bastón, ahora estaría llamándote para que vengas a recogerme. Este es un sendero bastante incómodo. Me empiezan a doler los pies. Hay que mirar el suelo para no tropezar y tengo la sensación de que me pierdo el paisaje. Lo que me rodea es sencillamente espectacular, una gozada, algo único… Creo que me queda menos de un litro de agua… supongo que aguantaré hasta mañana. Ahora voy a tomar un buchito».

Audio 13:

«Estas horas de silencio son duras, aburridas… pero terapéuticas. Rompo el silencio para grabarte estos mensajes porque tú me lo pediste. Así te siento más conmigo y me siento menos solo. Para mí, que me gusta mucho hablar, estar tanto tiempo sin hablar con nadie es extraño… <silencio durante unos largos segundos> Es una experiencia recomendable. Creo que hablamos demasiado.

He llegado a la fuente y… adivina… no sale agua. Bueno había un goteo que, en caso de emergencia, por lo menos bebes algo. ¿Será por el cambio climático o que ha llovido poco este año? Serán las dos cosas…

El sol ya está bastante bajo. Ya estoy buscando el lugar para dormir. He visto un sitio antes que está bien. Un colchón de hojas bajo unos grandes árboles. A ver si veo algo mejor, pero creo que me voy a volver. Por aquí el terreno está inclinado y con piedras. Voy a volverme».

Audio 14:

«He encontrado un lentisco espectacular. No parece un arbusto como de costumbre. Tiene más de 7 metros de alto. Me gusta el lentisco por sus hojas con hojuelas de dos en dos, eso eran hojas paripinnadas, ¿verdad? Sus ramas jóvenes de color rojo me gustan. También es agradable su olor resinoso.

¿Qué te puedo decir del lentisco? A ver… es típico del bosque mediterráneo de esclerófilos, especies muy resistentes a la sequía y el calor. Solo el tiempo dirá si su fortaleza es suficiente para resistir el ataque de la crisis climática. Me dijiste que últimamente hay gente que arranca sus ramas sin permiso, para venderlas en Europa… allí se usan para adorno y en rituales funerarios. Es una pena que se provoque daño a una especie para usar sus hojas apenas unas horas.

Ya he montado mi cama como me dijiste: he extendido la esterilla y he remetido por debajo el toldo de nuestra vieja tienda de campaña. La parte de arriba del toldo la he atado a una rama de un árbol. Queda una cosa bastante penosa. Espero que pueda dormir sin bichos. Los mosquitos son los que más me preocupan. Bueno… y los escorpiones… espero que no vengan. Antes de montar la cama he barrido un poco la zona, he quitado algunas piedras y parece que no hay huecos donde se puedan meter bichos grandes.

Estoy deseando quitarme las zapatillas. ¡Por fin! Sospecho que tengo ampollas que tendré que explotar. ¡Mecachis! Tenía que haberlas explotado antes, para que no crecieran…

El bosque y el cielo se están oscureciendo. Los árboles también. Poco a poco se oyen menos pájaros. Se retiran a dormir. Yo voy a comer algo y también me voy a retirar a mi cutre catre».

Audio 15: <susurrando>

«Aquí estoy intentando dormir. Me despierto con los ruidos del bosque, pero todo está tranquilo. He cerrado bien el toldo con pinzas para que no entren mosquitos. Ya me han picado bastante por hoy. Gracias a mí, han cenado.

Hace un rato me pareció oír el crujido de las hojas secas al ser pisadas. Eran como pasos acercándose, como si algo se acercara. Me asusté un poco y me puse a hacer ruidos y a mover el toldo para asustar. Lo que fuera, creo que se fue huyendo. Espero no haberlo asustado mucho. Son las 2 de la madrugada y voy a ver si duermo otro rato. Hasta pronto cariño.»

Segundo día de la estrella verde de Fito

Audio 16:

«Me he despertado hace un rato, escuchando disparos. ¿Serán los cazadores que vi ayer? ¿No se cansan de disparar? No se imaginan que alguien esté dormido por aquí.

Bueno… yo ya he recogido el campamento y estoy desayunando unos frutos secos y algo de fruta que aún me queda. La noche ha ido regular, la verdad… en mi cama se duerme mejor. Dormir con la naturaleza, acostarse con ella, no es tan malo. Pensaba que sería peor. Veo que es algo especial. Algo… no sé… mágico. Bueno… he superado la noche.

Dicen que bastan veinte minutos en contacto con la naturaleza para bajar el estrés. Imagina cómo tengo mis hormonas de estrés después de esta noche. Imagina cómo tengo las ojeras… y los pies. Ayer me salieron ampollas en ambos pies, y me duele al caminar, pero no es nada que me vaya a matar. Intentaré andar bien aunque me duela para no lesionarme por culpa de cojear.»

Audio 17:

«María Jesús, gracias por tu insistencia. Gracias a ti ya tengo mi estrella verde. Mi excursión está llegando a su fin. Solo me quedan unas horas de caminata, unas horas de dolor de pies y… ¿has oído eso?

¡Se acaban de oír más disparos! Se han oído muy cerca. ¿Se puede cazar en cualquier monte? Los cazadores no respetan la vida. ¿Respetarán las leyes? ¿Serán furtivos? ¿Es sensato que gente sin formación ética pueda portar armas de fuego?

Ahí están los cazadores, vienen campo a través buscando mi sendero. Llevan por lo menos veinte o más animales muertos. Creo que son conejos y perdices. ¡Qué barbaridad! Es imposible que se coman tantos animales. Matan por diversión. Lo demás no importa… La caza deportiva debería estar prohibida, como en Colombia o Costa Rica, si no recuerdo mal.

Ahí vienen los cazadores… ¡uf!

<Pasan unos segundos en los que solo se graban los pasos de Fito y el golpear de su callao.>

—¡Buenos días! —exclama Fito con tono cordial.

—¡Buenas! —responde uno de los cazadores con tono de pocos amigos.

—¡Buena caza! ¿Eh? —sigue hablando Fito.

—¡Aah! No es . Se me ha escapado un zorro…

—Está bien. Un zorro no se come y llevas ahí medio monte. Deja algo vivo.

—¿Que deje algo vivo? ¡Yo mato lo que quiero! ¿Te vale?

—Bueno, tranquilo… yo lo decía porque son animales indefensos y están en su casa.

—¿Tú me vas a decir lo que tengo que matar? Te meto dos balazos…

—¡Tranquilo hombre! Solo digo que creo que ya habéis matado bastante —sostiene Fito con evidente tono de preocupación.

—¿Que ya he matado…? Te voy a…

<Entonces se oyeron dos disparos y un golpe>

—¿Qué has hecho, imbécil? —dice una tercera voz que hasta entonces había estado en silencio.

—¡Corre! ¡Que nos la jugamos! —exclamó la voz que habló antes.

<Ligeramente, se escuchan unas pisadas alejándose y durante unos minutos se hizo el silencio. Mis ojos estaban ojipláticos y mi boca abierta intentando escuchar bien aquel giro inesperado de la historia. Estaba a punto de parar la grabación, cuando se escuchó de nuevo la voz de Fito.>

«Me estoy desangrando. Hace frío y tengo sed. No sé si estará grabando. Por si acaso, María Jesús, mi niña, te quiero. Gracias por todo. Solo quiero que… que…».

La caza mata

Relatos breves pero llenos de sentimientos positivos y que inspiran a mejorarnos a nosotros mismos.
La primera parte de este relato, está publicada en este libro. Es barato y lleno de pasión por los animales y el planeta.

El silencio se hizo eterno. No había ninguna grabación más.

Mi mano temblaba sobre el ratón. La flecha del cursor tiritaba en la pantalla y mi mirada se fijaba en la punta como si quisiera ver todos sus píxeles. De repente, me levanté, saqué el pendrive y me fui para la puerta de la calle. Tenía que entregar esas grabaciones a la policía.

Me volví y busqué en internet por si había alguna noticia. Desgraciadamente, había varias noticias. «Un cazador mata accidentalmente a un ciclista». «Condenado a 45 años de prisión el cazador que asesinó a dos agentes rurales». Y alguna más… pero no vi nada reciente que publicara algo sobre lo de Fito.

En la policía me agradecieron el interés. Según me dijeron, Fito estaba recuperándose en el hospital. Los cazadores habían sido ya detenidos y la esposa de Fito ya había entregado una copia de los audios, para el juicio.

♥ Nota final: Este relato es de ficción, basado en experiencias reales. La caza, las armas de fuego y quienes las portan suponen siempre un peligro. Sin embargo, las experiencias de estrellas verdes no son peligrosas si se toman unas precauciones mínimas. ¿Te atreves?

♥ Lecturas recomendadas:

Blogsostenible, un blog muy ecológico
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