Formas de ser viejo

El padre de Juan Manuel empeoró bastante rápido. Tal vez os acordéis de mi amigo Juan Manuel, coprotagonista con una planta en el relato del ombú.

Me consta que estaba saturado. Intentó todo lo que pudo y, finalmente, optó por meter a su padre en una buena residencia. En su casa no podía darle los tratamientos que necesitaba y, verdaderamente, la salud de ambos estaba en peligro.

Los primeros días en la residencia fueron, al parecer, relativamente normales. Sin embargo, pronto el director llamó a mi amigo para comentarle que su padre estaba portándose mal. No aceptaba la comida, la tiraba al suelo, insultaba a los cuidadores, gritaba y continuamente boicoteaba las actividades en las que intentaban involucrarlo (juegos, gimnasia, etc.).

—Espero que usted entienda que esto no puede seguir así —advirtió el director—. Si su padre no cambia de actitud, nos veremos obligados a pedirle que abandone nuestro hogar. Otras opciones serían encerrarlo en su habitación o sedarlo con medicamentos, lo cual es contrario a nuestros principios.

Juan Manuel estaba realmente desesperado. Conocía a su padre. Sabía que era bastante cabezota. Podría ser comprensible, al menos en parte, que sus dolencias le volvieran más irascible, pero su actitud era totalmente intolerable. La única alternativa que encontró fue hablar con él para explicarle las opciones que la vida le ofrecía:

—Papá, si aquí no puedes estar, la otra opción es volver a mi casa. Sabes que allí no estás bien. Te quejabas continuamente. En cambio, aquí te ofrecen atenciones constantes, las veinticuatro horas del día. Tú eliges.

Tras una lista interminable de quejas, improperios y exabruptos ensordecedores, Juan Manuel optó por abrirle la visión con cirugía mental.

—Mira papá, tu situación es complicada y ya sabes lo que dicen los médicos. Puedes aceptarlo o no. Da igual, porque lo que hagas no va a cambiar tus dolencias. Ahora bien, puedes ser un viejo cascarrabias que nadie soporta y ser recordado como alguien insoportable, o bien, puedes ser ese viejito entrañable y cariñoso al que todo el mundo echará de menos.

A los pocos días, el director volvió a llamar a Juan Manuel. Descolgó temblando. Sabía que las noticias no serían buenas. Se equivocó. El director le preguntó qué es lo que le había suministrado a su padre, para que cambiara repentinamente de actitud. Le informó que ahora daba las gracias por todo, estaba muy agradable, sonreía y facilitaba la tarea de sus trabajadores. Juan Manuel, ojiplático, contestó:

—¿Qué le he suministrado a mi padre? Solo dos visiones de su imagen en la Historia.

֎La vida te enseña: Pensar en cuando hayamos muerto, puede ser más esclarecedor que perderse en las tribulaciones cotidianas.

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