1. Peso extra
Casi siempre llevo un libro conmigo, especialmente si voy con mi hijo. A veces, me lo olvido a propósito para poder darme la vuelta, cogerlo y que mi hijo me vea volver con mi libro y con una sonrisa. Esto hace que los niños sientan que los libros son importantes. Empezó con una recomendación que leí en una revista, pero al final, ya es una costumbre. Así, acabo leyendo aunque sea un momento cada día.
Esa mañana, sin anestesia, mi hijo me espetó: «Yo nunca llevaré un libro». Sin darme tiempo a reaccionar añadió: «Una tablet pesa menos».
2. El error
No sé porqué me traigo un libro cuando voy en metro. Yo prefiero mirar a la gente. Los ingleses lo llaman people-watching. Me gusta mirar a la gente e imaginar sus vidas y sus pensamientos.
La chica del fondo mira al joven de su izquierda y piensa que vaya camisa más fea. En cambio, él parece absorto en su móvil pero en el fondo no se atreve a devolverle la mirada porque es muy tímido. A él le gusta ella. Cuando el metro está parando, descubro mi error al ver que se están besando apasionadamente.
3. La meditación
Es el sexto libro sobre meditación que leo. Son muy interesantes. Te explican las distintas técnicas de meditación y las distintas interpretaciones (budista, taoísta, hinduista, zen…). El objetivo es unirse con el yo más profundo, llegar a ser Buda, rechazar todo deseo y evitar el egoísmo, la violencia, el orgullo, el placer, la ira… He estudiado la vía del yoga y la del tantra, con sus características diferenciales. También he estudiado el yoga de Patañjali, cuya finalidad es “la eliminación de las fluctuaciones mentales” y alcanzar la suprema concentración, el samadhi (nirvana o iluminación). Algún día debería empezar a practicar.
4. La sorpresa
Me encanta leer mientras espero. Leo un poco y levanto la mirada para pensar en lo que he leído. En una de mis pausas se me cayó el libro. Una joven de unos veinte años se agachó para recogerlo. «Gracias», le dije. Ella se quedó mirando la portada y me preguntó: «¿Le gusta?». No esperaba la pregunta, pero quería contestar con amabilidad: «Sí, es muy interesante, el libro cuenta que…». Ella me interrumpió: «Conozco el libro. Lo escribí yo».
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